130.732 CORREDORES PARTICIPARON EN LAS 34 LOCALIZACIONES DE WINGS FOR LIFE WORLD RUN, QUE DESTINARÁ TODO EL DINERO RECAUDADO CON LAS INSCRIPCIONES A LA INVESTIGACIÓN DE LAS LESIONES DE MÉDULA ESPINAL
Chema Martínez y la carretera, la soledad, la incertidumbre, la camiseta adherida a su cuerpo menudo y rocoso, una máquina concebida para devorar millas. El talento del más carismático de los fondistas españoles danzando bajo la lluvia. Tras él, Jarle Risa, ganador de Wings for Life World Run en Stavanger en 2015 (58,58km), cuyo premio consistió en escoger la carrera que quería disputar al curso siguiente. Eligió la ‘Ciudad del Running’. Valencia, aunque nadie le supo dar noticias del sol, ni explicar que en pleno mes de mayo, a la hora H (13:00), el termómetro fuese incapaz de alcanzar los 20º (humedad del 88%). “Me siento como en casa, espero sobrepasar los 60km”, bromeaba sobre la meteorología instantes antes de comenzar su particular demostración de cálculo. Un día perfecto para recurrir a la épica, calzarse las zapatillas, correr por los que no pueden hacerlo. Poner las zancadas al servicio de la Fundación Wings for Life, que destinará todo el dinero recaudado con las inscripciones (20€ por dorsal) a seguir investigando hasta alcanzar la curación de las lesiones de médula espinal. Una carrera todavía en marcha; una carrera que no contempla perder.
Fue el plan de los más de 2.000 deportistas solidarios que reservaron número para la versión española de la mayor carrera del Planeta. Wings for Life World Run, disputada simultáneamente por 130.732 runners de 203 nacionalidades en 33 países diferentes (en Estados Unidos se disputaron carreras en dos ciudades). Un homenaje a la diversidad, la solidaridad… Y la originalidad, pues hubo salida (en España a los pies del Museo de las Artes y las Ciencias), pero no meta. O, para ser exactos, la meta se movía. Lenta al principio, rápido al final. Por tener, tenía hasta nombre. No uno, dos. El primero, Catcher car, el vehículo que partió media hora después del gran pelotón y, progresivamente, aceleró hasta dar caza a todos y cada uno de los fondistas vocacionales. El segundo, el de su conductor, Carlos Sainz, encargado de comunicarles que había llegado el momento de tocar retirada.
Y en estas, Chema, ganador de las dos ediciones disputadas hasta la fecha, lanzado a por el hat trick. Al principio, en el corazón de los Jardines del Turia, con una cuadrilla reducida en la que sobresalía la figura de Mario Mola, el líder de las Series Mundiales de Triatlón, que vino a apoyar la causa cubriendo los primeros 20km (Jarle detrás, a su paso, un tranco constante, sin estridencias).
Luego, ya camino de El Cabañal, solo. Trataba de ahuyentar el dolor, de espantar al cansancio sobre un trazado llano, apenas un par de tachuelas de baja intensidad. Lo hacía feliz, distendido, dejando patente que en esta vida hay cosas bastante más duras que correr. Y Jarle al acecho, afilando sus interminables piernas, confiado en la remontada, exhibiendo sus dotes de matemático del asfalto, dando una clase avanzada de táctica. Así pusieron rumbo sur y se adentraron en La Albufera, donde poco después de cruzar el punto kilométrico 42.195m, de hacer un guiño obligado a Filípides, se produjo el relevo en la comandancia. Resistió Chema, fiel a su lema, corriendo, sin pensar, con las piernas acartonadas por el agua… hasta recibir la visita de Carlos Sainz, quien liberó su musculatura del sufrimiento en el kilómetro 60,36 (mejorando los 59,190km que en 2015 le dieron la victoria en Aranjuez).
Para Jarle Risa no era ya una cuestión de piernas. Se trataba de recurrir al pundonor, de encontrar el camino hacia ese lugar recóndito de las entrañas en el que anida la fuerza de voluntad, en el que no existen los calambres ni los latidos desacompasados de corazón. Tenía una cifra en mente y se lanzó a por ella: 60. Dejó de ser un estratega para convertirse en un poeta. La alcanzó. Y la olvidó. Siguió adelante, poseído por la satisfacción del deber cumplido, retrasando la llegada de Carlos Sainz y su Catcher car hasta el kilómetro 65,51km.
Poco antes del espectacular duelo Martínez-Risa había concluido la aventura de la primera dama, Cristina González. No hablamos de una atleta al uso. Lo hacemos de una tetracampeona de España de 100km, de la plusmarquista nacional de la distancia (8:14:44), y de los 50km, las 6 horas, las 24, las 48 y los 6 días. Una mujer de largo recorrido que desde el pistoletazo de inicio no tuvo oposición alguna, que corría refugiándose entre los primeros hombres, a los que reventó según avanzaba la tarde hasta coronarse vencedora en mitad de los arrozales del Mediterráneo. Su viaje duró 46,31km.
Pero el mundo es ancho y Wings for Life World Run está concebida para traspasar las lindes de lo local. Es un ejercicio de universalidad y sus ganadores globales, por tanto, resultan de escrutar las clasificaciones de todas las pruebas disputadas. En 2016 los mejores han sido el maratoniano italiano Giorgio Calcaterra (célebre en los círculos atléticos por encadenar pruebas de 42,195km por debajo de 2:20), triunfador en Milán con 88,3km, y la japonesa Kaori Yoshida, que llegó hasta los 65,71km en Takashima. Ambos han pulverizado los récords de la carrera, hasta hoy en poder del etíope Lemawork Ketema (79,90km, Austria, 2015) y Yuuko Watanabe (56,33, Japón, 2015).
La próxima edición de Wings for Life World Run España volverá a celebrarse en Valencia. Tendrá lugar el 7 de mayo de 2017 y las pre inscripciones ya están abiertas en www.wingsforlifeworldrun.com
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